Orden de los Templarios
Cruz de los Templarios

La Orden de los Templarios o del Temple, se funda tras la Primera Cruzada (15 de agosto 1096- 15 julio 1099).

Se cree que hacia 1118-19, HUGUES DE PAYNS, se une a ocho caballeros más, con el objetivo de proteger a los peregrinos en Tierra Santa. Los 9 caballeros se presentan ante Balduino II que les entrega, las caballerizas del templo de Salomón. Los fundadores, que estarán en Jerusalén 9 años, son:

Fundadores

Pasan a llamarse los POBRES CABALLEROS DE CRISTO DEL TEMPLO DE SALOMÓN.

En el Concilio de Troyes (13 enero de 1129), bajo el pontificado de Honorio II,  se reconoce oficialmente la orden y se aprueba su regla primitiva (compuesta inicialmente por 72 capítulos). Esta regla, se cree que fue redactada o inspirada por Bernardo de Claraval. Posteriormente, se van a ir añadiendo artículos, llegando a tener unos 678, lo que obligará a redactar versiones reducidas, traducidas a lenguas vulgares.

El 24 de abril de 1147, el Papa Eugenio III aprobó que llevaran una cruz de paño rojo, sobre sus capas blancas y también en sus estandartes, y que simbolizaba el martirio de Cristo. La cruz estaba colocada en su manto sobre el hombro izquierdo, encima del corazón.

En junio de 1136, ROBERT DE CRAON, sucede a Hugo de Payns, tras su muerte. 

Inocencio II expide la famosa bula Omne datum optimum (29 de marzo de 1139). Por la que, quedarán liberados de toda tutela episcopal, pasando a estar bajo la protección directa del papado. En 1144, Celestino II proclama la bula Milites Templi. Y en 1145, Eugenio III la Milita Dei, otorgándoles nuevas concesiones como la construcción de castillos y oratorios propios.

EVRARD DES BARRÈS, es el tercer Gran Maestre de la Orden (1147-51). Salvan al rey Luis VII en el monte Kadmos, durante la Segunda Cruzada. Realizan un importante préstamo a Luis VII de Francia. Es un precedente que sentará escuela.

Le suceden BERNARD DE TREMELAY (1151-53) y ANDRÉ DE MONTBARD (1154-56), ya muy mayor cuando acepta el cargo, por ser el único de los 9 caballeros originales que quedaba vivo. Es tío de Bernardo de Claraval.

Otros grandes maestres fueron: Bertrand de Blanchefort (1156-69); Felipe de Milly (1169-71), también conocido como Felipe de Nablus; Eudes de Saint-Amand (1171-79); Arnaldo de Torroja (1180-84); Gérard de Ridefort (1184-89). El undécimo fue Robert IV de Sablé (1191-93), al que suceden: Gilbert Hérail (1193-1200); Philippe du Plaissis (1201-1209); Guillaume de Chartres (1210-19); Pedro de Montaigú (1219-32); Armand de Périgord (1234-44); Richard de Burés (1244-47). El décimo octavo fue Guillaume de Sonnac (1247-50); Renaud de Vichiers (1250-56); Thomas Bérard (1256-1273); Guillermo de Beaujeu (1273-1291); Thibaud Gaudin (1291-92). El vigésimo tercero y último gran maestre es Jacques Bernard de Molay (1292-1314).

La introducción de la orden Templaria en España se produjo de una forma bastante inusual. En 1134 murió Alfonso I el Batallador, dejando todas sus posesiones a los Templarios. Pretendía que toda la península fuera reconquistada y pasara a manos de los cristianos. Esta fue una decisión que los nobles aragoneses y navarros no aceptaron, tachándola de no válida.

Pero el Papado, que controlaba en esos momentos la orden de los Templarios, reclamaba las posesiones que le correspondían según el testamento. Los navarros, aprovechando la coyuntura, nombraron rey a García Ramírez. Los aragoneses pusieron en el trono a Ramiro, hermano de Alfonso I. Tras unos años de desavenencias entre Aragón y el Papado, se llegó a un acuerdo en el año 1158, firmado por el papa Adriano IV y por Ramón Berenguer IV, heredero de Aragón por haberse casado con Petronila, la hija del rey Ramiro. En este acuerdo, la orden del Temple recibía una serie de posesiones (los castillos de Monzón, Montgai, Chalamera, Barberá y Remolins), la exención de algunos impuestos y el compromiso de recibir la quinta parte de los territorios conquistados a los musulmanes. Su presencia en la península quedaba ligada, pues, a la Reconquista.

Tras participar y vencer en las campañas de Valencia y Mallorca, la orden del Temple obtuvo numerosas encomiendas, es decir, rentas vitalicias sobre territorios. Llegaron a tener dieciocho en Cataluña, catorce en Aragón, tres en Valencia y una en Mallorca.

En 1150, Alfonso VII de Castilla entregó la fortaleza de Calatrava (en Ciudad Real) a la orden del Temple para su defensa, por ser un punto fronterizo estratégico con los reinos de taifas.

En el reino de Castilla, van a participar en la toma de Cuenca (1177), la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y la conquista de Sevilla (1248), entre otras. Por ello, recibieron hasta 32 encomiendas en Castilla (veinte en León, diez en Castilla y dos en Extremadura), además de territorios en Andalucía.

Las encomiendas de la Orden de los Templarios, en muchos casos, se fueron instalando de forma casual y aleatoria en determinados lugares, gracias a las diferentes donaciones de reyes y nobles. Otras, sin embargo, fueron escogidas de forma muy precisa…

Aunque construyeron templos octogonales y con rotonda circular, en recuerdo de su Casa Madre de Jerusalén (la mezquita de Al-Aqsa, en árabe Al-Masjid al-Aqsa, literalmente «la mezquita lejana»), en la mayoría de los casos las iglesias templarias son rectangulares, o con planta de cruz latina. Esto suele ser lo habitual, sobre todo en el mundo rural. En sus portadas, series de canecillos o tras sus muros podemos observar una decoración sobria y sencilla. Decoración, no exenta de significados simbólicos, que a menudo aluden a escenas muy concretas del Antiguo y Nuevo Testamento, fundamentalmente del libro del Apocalipsis o de motivos propios del bestiario medieval.

Los Orden de los Templarios va a hacer préstamos con mejores condiciones que los judíos, lo que los convierte en unos grandes prestamistas. E inventan algo muy parecido a la tarjeta de crédito en plena Edad Media. Los peregrinos tenían que realizar largos trayectos hasta Jerusalén o Santiago de Compostela. Pero si llevaban encima todo el dinero que necesitaban para esos viajes corrían serio peligro de ser asaltados…. Así, la Orden estableció un sistema en el que los cristianos podían depositar su dinero, por ejemplo, en Londres y retirarlo en Jerusalén gracias a un documento encriptado.

Es esta faceta de prestamistas, y la acumulación de poder y riquezas que habían ido alcanzando, lo que provocó su caída. Felipe IV el hermoso, rey de Francia, fuertemente endeudado con la orden y atemorizado por su creciente poder, comenzó a presionar al papa Clemente V con el objeto de que tomara medidas contra sus integrantes.

El rey Felipe IV, mediante una gigantesca operación largamente preparada, hizo detener a todos los templarios de Francia, en la madrugada del viernes 13 de octubre de 1307. Los acusaba de herejía, en nombre de la Santa Inquisición. Guillermo de Nogaret, consejero del rey, en persona, fue el encargado de apresar a Jacques de Molay en la propia sede de la Orden.

El mayo de 1310, 54 templarios son condenados a muerte en Francia. Los Templarios juzgados en Castilla, Aragón y Portugal son absueltos.

​ El 22 de marzo de 1312, Clemente V, cede a las presiones de Felipe IV, y disuelve la orden, con la bula Vox in Excelso. En junio del mismo año la bula Ad Providam otorga los bienes de los Templarios a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén.

En 1312, en el Concilio de Tarragona, son absueltos los Templarios Catalanes y Aragoneses y se crea la Orden Militar de Montesa, propuesta por el Rey Jaime II de Aragón.

El proceso de interrogatorio y juzgamiento duró siete años, en los que Jacques fue torturado y obligado a confesar lo que sus acusadores querían: herejía, sodomía, sacrilegio a la cruz y adoración a ídolos paganos.

Así, el 18 de marzo de 1314 Jacques de Molay, el último Gran Maestre, es quemado en la hoguera frente a la Catedral de Notre Dame, en París, junto a Geoffroy de Charnay. Ciento trece caballeros templarios ya habían sido asesinados anteriormente en la hoguera.

Algunos de los delitos de los que se les acusó a la Orden de los Templarios fueron: escupir sobre la Cruz y negación de Cristo, orinar sobre la Cruz en Viernes Santo, realizar besos obscenos en las ceremonias (besarse en las culturas orientales no significaba lo mismo que en occidente), sodomía, adorar y llevar en la cintura una redoma consagrada a un ídolo en forma de cabeza (llamado Baphomet), asesinar a los que no adoraban a este ídolo o rompían el secreto. También se les acusó de que los capellanes no consagraban la hostia en las celebraciones de la Eucaristía, por robos y saqueos al Tesoro Real, ingerir las cenizas de los Templarios muertos e incinerados, haber engendrado hijos con monjas, a los que les estirpaban la grasa para untar el Baphonet y luego quemarlos, haberse acogido a las creencias de Islam.

Dice la leyenda que, en la hoguera, Jaques de Molay, se retracta públicamente de todas las confesiones obtenidas bajo tortura, y lanza una maldición a las tres personas que habían provocado la caída de la Orden, diciendo que en el plazo de un año, Clemente V y Felipe IV morirían. Predijo además que el linaje de Felipe IV dejaría de reinar en Francia: “¡Papa Clemente! ¡Caballero Guillermo! ¡Rey Felipe! ¡Antes de un año yo os emplazo para que comparezcáis ante el tribunal de Dios, para recibir vuestro justo castigo! ¡Malditos, malditos! ¡Malditos hasta la decimotercera generación de vuestro linaje!”

El papa Clemente V falleció el 20 de abril de 1314, antes de 40 días. Y el rey Felipe IV moriría el 29 de noviembre del mismo año, por un derrame cerebral durante una cacería. Además, sus tres hijos y nietos van a morir prematuramente entre 1314-28. Catorce años después de la muerte de Jacques De Molay, la dinastía de los Capeto había dejado de existir, tras haber reinado en Francia durante 300 años.

En septiembre del 2001, Barbara Frale, paleógrafa italiana que trabaja en los Archivos Secretos del Vaticano, descubrió un documento conocido como el Pergamino de Chinon. En él se afirma que en 1308 el papa Clemente V absolvió a Jacques de Molay y al resto de la cúpula de los caballeros templarios de los cargos de que les acusaba la Inquisición. Sin embargo, la Santa Sede sucumbió a las presiones del poderoso monarca francés, que había amenazado con un cisma y con deslegitimar a Clemente V, por lo que el documento permaneció oculto… En junio del 2011, el papa Benedicto XVI pidió perdón por la muerte de Jacques de Molay y reconoció que el Gran Maestre templario había sido víctima de falsas acusaciones.

Escrito por

Mónica Grille

Licenciada en Historia.
Guía de Turismo Habilitada por la Xunta de Galicia